Huellas & Café, el café que pone el corazón antes que la fama

11 de noviembre de 2025

11 de noviembre de 2025

Fuí sola a Huellas & Café después de pasar la mañana del domingo en el mercado de las pulgas de Usaquén, cerca de Santa Bárbara, sin esperar realmente encontrar algo nuevo; sin embargo, me sorprendió gratamente descubrir un espacio tan bonito y con un propósito tan noble.

El aroma a espresso llegó antes que el aviso, seguido del murmullo de conversaciones relajadas y el sonido suave de patas moviéndose sobre el piso. Adentro, la luz de la tarde caía sobre mesas de madera clara; sonaba jazz suave; y dos golden retrievers compartían el espacio con sus humanos. Nada se sentía producido ni comercial. Se sentía vivido, como un lugar construido desde el afecto más que desde la ambición.

Todo comenzó con Candy

Todos los buenos cafés de Bogotá tienen una historia; pocos tienen una tan sincera como ésta.
Los propietarios fundaron Huellas & Café tras ser rechazados en una cafetería cuando intentaban sentarse con su perra adoptada, Candy, que en aquel momento era diabética y necesitaba cuidados constantes. Ese pequeño rechazo desencadenó una idea: si nadie más habilitaba un espacio para perros, ellos mismos construirían uno.

Esa decisión le dio vida a un lugar donde el amor por el café se cruza con el amor por los animales. El resultado no es solo “pet-friendly”; es un ambiente donde los perros hacen parte del ritmo del lugar — tazas de agua bajo las mesas, algún ladrido que se mezcla con el sonido del molino, e incluso una sección en el menú llamada “Para los amores”, con snacks como torta perruna o albóndiga peluda para los visitantes peludos.

Café hecho con cuidado y conversación

El menú parece un mapa de pequeños caprichos: espressos, capuchinos aromatizados y un Scottish Terrier especial: un Americano con Baileys o whisky.
Pedí un capuchino, hecho con granos colombianos de la casa, y llegó como debía: crema suave, dulzor equilibrado, temperatura perfecta. El sabor tenía ese tono limpio a nuez que indica que los granos se han tostado recientemente y se han tratado con orgullo.

Luego probé su cold brew — infusionado durante 48 horas y resaltado con limón — y resultó ser esa bebida que uno no espera que funcione… hasta que funciona. La acidez era sutil, no punzante, y dejaba un susurro cítrico en la garganta.

Aquí no hay pretensiones. Cuando pregunté por sus granos, la camarera no recitó notas de cata; explicó el proceso despacio, sonriendo, y me dijo que le gustaba describir el café “como a una persona a la que quieres conocer mejor”.”
Esa frase se me quedó grabada porque refleja el funcionamiento de todo el lugar: paciente, personal, sin esforzarse demasiado.

La calma, el servicio, la sensación de ser reconocido

Si los cafés de Bogotá se valoraran por su ambiente y no por su estética, Huellas & Café encabezaría la lista.
El espacio es tranquilo: no hay música que se oponga a las conversaciones ni ordenadores portátiles colonizando cada rincón. El personal habla contigo, no a ti. Cuando pregunté por la comida, me ofrecieron auténticas recomendaciones en lugar del guión habitual: “Si tiene hambre, pruebe el Kibbe, uno de los mejores”.”

Así que lo hice. El kibbe llegó dorado y aromático, crujiente por fuera y suave por dentro. Me recordó cómo la comida de Medio Oriente, bien hecha, encaja de forma natural en la escena de confort bogotana. El precio era justo para la porción — quizá un poco alto, pero respaldado por la calidad y la calidez.

Esa misma generosidad tranquila está en cada interacción. Vi a una de las chicas del staff agacharse para saludar primero al perro y no al dueño — un gesto pequeño que dice todo sobre las prioridades del lugar.

Snacks para todos

La vitrina de postres es de esas que tientan sin esfuerzo. La torta de chocolate — densa pero no pesada, oscura y ligeramente amarga — combina perfecto con un macchiato. La torta de zanahoria y la de banano con arándanos equilibran dulzor con especias, y ambas parecen caseras, no de fábrica.

Para algo salado, está el Sándwich H&C, en versiones de pollo, pavo o jamón, servido con una galleta al lado — una combinación que suena curiosa hasta que entiendes que busca sentirse como almuerzo en casa, no como fórmula de cafetería.

Probé el Chai: suave, cremoso, con canela encima; de esos que se quedan contigo incluso cuando la taza ya está vacía.


Cada plato, cada sorbo, lleva la misma promesa silenciosa: nada apresurado, nada exagerado. Solo lo justo.

Propósito servido en cada taza

¿Qué hace que Huellas & Café extraordinario no es sólo lo que hay en el menú, sino lo que ocurre más allá.
En octubre se asociaron con la fundación Adopta, No Compres, dando voz y visibilidad a los perros que esperan un hogar. Su colaboración convierte cada pedido en una pequeña contribución a una causa mayor. No es caridad enmarcada en el marketing; es parte de lo que son.

Al pagar, la barista deslizó un pequeño volante junto a mi recibo — una invitación a “Apoya. Comparte. Adopta.” Fue sutil, casi modesto. Pero me dijo todo lo que necesitaba saber: aquí creen que la empatía se practica en silencio, no se exhibe en voz alta.

Incluso su forma de expresarlo — “somos una familia con propósito” — cobra sentido después de una sola visita, mostrando una red genuina de apoyo entre negocios unidos por causas compartidas.

Más que pet-friendly

Bogotá tiene muchos cafés que se autodenominan “pet-friendly”, pero la mayoría quieren decir “toleramos perros si son silenciosos”.” Huellas & Café redefine el término.
Aquí, los animales forman parte del diseño, no son una ocurrencia tardía. El espacio es lo suficientemente abierto como para permitir el movimiento y no resulta incómodo entrar con un perro grande. El personal no sólo lo permite, sino que lo disfruta.

Mientras estaba sentado cerca de la ventana, entró una mujer con un pequeño terrier que ladró dos veces antes de calmarse. Nadie me miró. Nadie suspiró. En cambio, el camarero trajo un pequeño cuenco de agua y dijo, “Bienvenido, campeón.”
Ese momento, sencillo e imprevisto, dice más de sus valores que cualquier cartel.

Esa hospitalidad sin esfuerzo es lo que distingue al café. No es un concepto; es una actitud.

Un rincón de calma de Usaquén

En un barrio donde los restaurantes compiten por atención, Huellas & Café conquista corazones en silencio. Su encanto no está en tendencias de diseño sino en la sinceridad — la luz suave, la madera, las sonrisas abiertas.

La clientela es variada: jóvenes profesionales trabajando en algo creativo, parejas mayores compartiendo torta, familias con perros descansando a sus pies. Nadie parece tener prisa. Y ahí está la magia — es uno de esos pocos lugares en Bogotá donde puedes bajar el ritmo sin sentirte fuera de lugar.

Si te quedas lo suficiente, empiezas a notar rituales pequeños: un barista rellenando un plato de agua antes de que alguien lo pida, un cliente dejando una golosina para el perro de otro, un miembro del equipo agachándose a hablar con un niño. Es comunidad disfrazada de cultura cafetera.

Saliendo con algo más que café

Cuando por fin me levanté para irme, el dueño me agradeció personalmente y dijo: “Ojalá vuelvas con compañía — ojalá de cuatro patas.” Salí más liviana, cargando no solo el sabor del espresso, sino la sensación de que lugares pequeños y pensados como este todavía existen — lugares que te recuerdan que un café puede cambiar un ánimo, quizá incluso un día.

El nombre Huellas no podría ser más acertado. Porque aquí no solo haces una parada — dejas una huella, y el lugar deja una en ti.

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