10 de noviembre de 2025
Pocos cafés de Bogotá consiguen aferrarse a su historia de origen con tanta gracia como Dosis Café. Una vez conocido como Aragón y Willyz, Desde entonces, han aparcado las ruedas y han encontrado la permanencia sin perder la energía que les hizo destacar.
En la actualidad, Dosis es una cafetería con los pies en la tierra y una tranquila confianza en sí misma, un espacio que parece una continuación de su historia en la carretera en lugar de un alejamiento de ella. El mismo espíritu que una vez alimentó su camión todavía se respira detrás de la barra: café honesto, preparado con cuidado y servido a personas que son lo suficientemente curiosas como para apreciar lo que hay en su taza.
De andar por las calles a fijarse en un solo espacio
Aragón & Willyz empezó como una unidad móvil de café de especialidad—aquel entonces, una rareza en Bogotá—apareciendo en festivales, eventos privados y ferias al aire libre con una máquina de espresso, un molino y un propósito claro. No se trataba solo de vender café; era educación sobre ruedas. Querían enseñar qué hacía diferente a cada grano, a cada tueste, a cada método.
Con el paso de los años, esa misma energía itinerante se tradujo sin esfuerzo en el café que hoy lleva el nombre Dosis. La transición no fue un cambio brusco, sino un paso natural: un hogar permanente para las conexiones y conversaciones que venían construyendo desde entonces.
Un espacio familiar y sin pretensiones
Ubicado en una zona tranquila pero socialmente activa de Bogotá, Dosis Café no intenta impresionar—y precisamente por eso lo logra. Tiene una calidez que se siente pensada pero no forzada, una intención relajada que lo convierte en el lugar ideal para una mañana de coworking, un brunch lento o una pausa de media tarde.
La música suena al fondo—presente, pero sin invadir. Las plantas trepan por las esquinas. El aroma del café recién molido se mezcla con la dulzura leve de sus postres. No es un café minimalista que imite lo nórdico; Dosis es local, orgullosamente colombiano y sin pretensiones. No parece un lugar de marca, sino un laboratorio vivo.
Esa cercanía define a su clientela: una mezcla de jóvenes profesionales, freelancers, familias y uno que otro habitual con su pedido de siempre. El ambiente invita a la conexión sin forzarla. Algunos cafés te hacen sentir como visitante; Dosis te hace sentir parte de algo.
Acercar la cultura cafetera sin abrumar al público
Si hay algo que Dosis heredó de su época como Aragón & Willyz, es un respeto riguroso por la preparación del café. No te abruman con tecnicismos ni con shows de barismo. Dejan que el proceso hable por ellos.
Ofrecen varios métodos manuales—prensa francesa, V60, Chemex—y cada uno tiene su propio pequeño ritual. Un cliente habitual mencionó un servicio de prensa francesa preparado en la mesa con un Caturra del Huila, una muestra silenciosa de la frescura y precisión detrás de su selección. La experiencia es personal y sencilla, pero nunca básica: se siente intencional. Se percibe el conocimiento sin necesidad de explicarlo.
Esa es la sutileza de Dosis: democratizan el café de especialidad sin vaciarlo de sentido. Su lema bien podría ser “buen café, sin pretensiones”. El menú no es extenso ni abrumador. Están los clásicos—espresso, cappuccino, cold brew—pero lo que los distingue es la consistencia. Cada sorbo tiene claridad: textura suave, acidez equilibrada y granos que claramente provienen de tostadores comprometidos.
La calidad se siente. Uno se va con la sensación de que se toman su nombre en serio—cada taza parece una dosis medida de sinceridad.
Un menú bien pensado y distinto a cualquier otro café de barrio
En Dosis, la comida no es un acompañamiento, es parte de su filosofía: inclusiva, consciente y hecha con cuidado. Muchos de sus postres y panes son opciones saludables, lo que—como comentó una clienta—facilita disfrutar un café sin culpa, incluso para quienes buscan comer más ligero.
Hay granolas caseras, galletas que no sacrifican sabor por fibra y algunos especiales que cambian según la temporada. No buscan competir con una cocina completa, pero lo que hacen, lo hacen bien. La balanza entre lo nutritivo y lo indulgente se siente genuina—no es moda, es intención.
Sea una tajada de banana bread recién horneado o un brownie de almendra acompañado de un filtrado, hay algo en el sabor que transmite cuidado y oficio.
Personas, mascotas y el pulso de comunidad
Parte de lo que diferencia a Dosis de muchos de los cafés especializados de Bogotá es su espíritu comunitario. No es sólo un lugar donde sentarse, es un lugar al que pertenecer.
El personal te saluda con familiaridad aunque sea tu primera vez, y los clientes habituales suelen intercambiar guiños o charlas con los camareros. Es el tipo de espacio que anima de forma natural a volver, no a través de programas de fidelización o trucos, sino a través de la calidez.
El café también es pet-friendly, algo que sus clientes valoran profundamente. Tiene incluso una pequeña zona exterior pensada para compartir con mascotas. Es una extensión natural y sincera de su filosofía: aquí, todos son bienvenidos.
Esa idea de comunidad va más allá de las paredes. Sus raíces como proyecto móvil siempre estuvieron ligadas a la conexión y la colaboración—estar presentes, compartir conocimiento, llevar el café donde la gente estuviera. Esa misma apertura sigue viva cuando organizan pequeños eventos, catas o talleres.
Espacio de coworking preferido en la zona
Hoy, muchos visitantes incluyen a Dosis entre sus cafés favoritos para trabajar. La fórmula es sencilla, pero efectiva: buen Wi-Fi, disposición cómoda del espacio y un murmullo constante de vida que evita la sensación de oficina.
A diferencia de las cadenas que confunden ruido con ambiente, Dosis tiene una energía natural. Se ven portátiles abiertas, libros dispersos, reuniones tranquilas sobre cappuccinos. Hay suficiente privacidad para concentrarse y el justo nivel de movimiento para no aislarse.
Es el tipo de lugar donde uno puede pasar horas sin notarlo—y eso, en un café, es decir mucho.
Servicio atento
El servicio en Dosis es constante y genuino. Los baristas aquí son más que ejecutores: son educadores amables. Si preguntas por el origen del grano o el método de extracción, obtienes una respuesta informada, sin discurso técnico.
Hay una humanidad evidente en la atención. Recuerdan tu pedido, te preguntan si todo va bien, y logran algo poco común: hacerte sentir visto. En una escena cafetera cada vez más competitiva, eso se valora. Muchos lugares dominan el producto pero olvidan a la gente; Dosis logra equilibrar ambos mundos.
Se nota que les importa tanto el café como la experiencia de tomarlo—desde la presentación hasta el ritmo del servicio.
Un café que conserva sus raíces
Lo que hace especial a Dosis es su capacidad para mantenerse fiel a sí mismo mientras evoluciona. Aragón & Willyz pudo haber cambiado todo al abrir su local: nuevo nombre, nuevo estilo, una estrategia más “de moda”. Pero no lo hizo.
Eligieron conservar la esencia del viaje. Su historia sigue siendo la de moverse, la de llevar el café a la gente en lugar de esperar que la gente llegue a él. La identidad del lugar es flexible, pero firme: se siente en su humildad, en su atención medida al detalle, en la forma en que cada taza parece aún tener destino.
No se trata de perseguir la innovación, sino de mantener la autenticidad mientras se crece.
Nuestra opinión
Dosis Café es una muestra de que el café de especialidad no tiene que ser exclusivo ni pretencioso para ser excelente. Puede vivir tranquilamente en un barrio, rodeado de risas, mascotas y pantallas abiertas, siempre que quienes lo hacen posible sigan creyendo en lo que sirven.
Este es un café que conoce su valor—no por lo que aparenta, sino por lo que ofrece: consistencia, humanidad y honestidad. Uno sale más liviano, más tranquilo, y un poco más curioso que cuando llegó. Y ese, sin duda, es el sello de un lugar que entiende el poder de una buena taza.
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