Viaje sensorial y cocina colombiana imprevisible en El Chato

3 de octubre de 2025

3 de octubre de 2025

La estrella gastronómica de Bogotá

Cuando hablamos de buena comida en Bogotá, pocos nombres brillan tanto como El Chato. Clasificado entre los 50 mejores restaurantes del mundo, El Chato es más que una comida: es una experiencia que enciende todos los sentidos. El chef Álvaro Clavijo se ha forjado una reputación por transformar los productos de temporada de Colombia en platos imaginativos y variados que satisfacen todos los sentidos. homenaje tanto a las tradiciones locales como a las técnicas mundiales.
Para muchos de los que lo visitamos, El Chato es la razón por la que volvemos a Bogotá. Es el lugar que devuelve la fe en lo que puede ser el sabor: atrevido, sorprendente, profundamente satisfactorio. Desde el momento en que entras, sabes que estás a punto de embarcarte en uno de los mejores viajes culinarios de tu vida.

 Ubicación: Cl. 65 #4-76

Un servicio que equilibra precisión y calidez

La primera impresión en El Chato no es sólo visual, sino también humana. Desde el primer momento, El servicio refleja el mismo arte que la comida: profesional pero agradable, discreto pero cálido. El personal se anticipa a sus necesidades sin entrometerse, creando un ritmo sin esfuerzo que hace que la velada transcurra sin sobresaltos.

Los invitados suelen destacar la sincronización impecable del servicio, observando que los platos llegan al ritmo adecuado y se dan explicaciones con claridad y pasión. Los comensales no sólo están informados de lo que comen, sino también de por qué es importante el ingrediente o la preparación. Es educación sin pretensiones, narración que enriquece la comida.

Experiencia en El Chato

Una sugerencia reflexiva que comparten algunos invitados es la posibilidad de tener un servidor dedicado para cada mesa, que podría mejorar aún más la experiencia. Pero esto no es tanto una crítica como un reconocimiento a lo impecable que es el servicio actual. El personal es elogiado constantemente por hacer que los huéspedes se sientan realmente bienvenidos.

Este equilibrio de precisión y calidez prepara perfectamente el escenario para lo que viene a continuación: un menú que se despliega como una sinfonía cuidadosamente orquestada.

Un sabroso crescendo

En El Chato no se trata simplemente de comer, sino de embarcarse en un crescendo culinario. Cada plato parece superar al anterior, un viaje en el que los sabores se intensifican y las texturas juegan de forma inesperada.

Uno de los huéspedest pan de queso con caldo de huesos un pan de queso local servido con un caldo de hierbas. Luego vino una secuencia de cuatro aperitivos: paté de trucha ahumada coronado con moras silvestres, una oblea de tapioca crujiente con rábano morado, caracoles en rodajas finas sobre pan tostado, e incluso una sardina sobre arroz crujiente. Estos bocados, cada uno distinto pero armonioso, marcan la pauta de lo que sigue.

Más tarde, el sopa en granadilla tuvo un impacto: el caparazón de granadilla (un tipo de fruta de la pasión) se convirtió en un cuenco, relleno de una cremosa sopa de leche de anacardo y semillas de orejero - delicada pero profundamente sabrosa. A medida que el menú se desarrollaba, nos encontramos con camarones con chontaduro, carantanta y coco, e incluso chuletón ahumado al curry de coco y albahaca, que combina la carne ahumada con la riqueza tropical.

Uno de los cursos más atrevidos fue tartar de corazón de ternera, Un momento que ejemplificó la capacidad del restaurante para convertir los despojos en algo elegante. Y para terminar, el morrillo ahumado hizo su aparición, acompañado de plátano, berenjena, tomate y pimientos: rico, ahumado y atrevido.

Platos principales El Chato

 

En el menú degustación es donde esta progresión brilla con mayor claridad. Los platos comienzan a menudo con preparaciones más ligeras -tal vez marisco besado con cítricos o un plato de verduras frescas de la huerta con capas de fermentos caseros- antes de pasar a sabores más profundos y robustos de carnes, salsas y cereales. Para cuando llega el postre, te das cuenta de que te han guiado en un viaje en el que ningún paso ha sido accidental.

Un comensal internacional expresó esto para nosotros: “Casi había renunciado a encontrar el sabor que me gustaba en Colombia. Pero este restaurante es una de las razones por las que volveré”. Otro, quizás más enfático, declaró: “Es una de las mejores experiencias gastronómicas que he tenido. Estarías loco si no probaras este lugar cuando visites Colombia”.”

Maridajes y cócteles que impresionan

Para acompañar los platos, El Chato ofrece maridajes de vino bien seleccionados que revelan la reflexión que hay detrás del menú. Cada vino realza los sabores del plato sin eclipsarlos, creando una armonía entre el sorbo y el bocado.
Y si el vino no es su preferencia, el programa de cócteles es igualmente impresionante. El equipo del bar elabora bebidas tan inventivas como la comida, con un cóctel de autor que muchos comensales califican de “verdadera elevación de la experiencia gastronómica”. Aquí los cócteles no son una ocurrencia tardía, sino parte del espectáculo. Reflejan la filosofía de la cocina, con ingredientes de temporada, infusiones creativas y equilibrio por encima de todo.
Es raro que la cocina y la barra brillen por igual en un restaurante de este calibre, pero en El Chato, cada detalle cuenta.

Cena incluida para todos los huéspedes

Una de las cualidades más admirables de El Chato es su carácter integrador. ¿Tiene restricciones dietéticas? Estarán preparadas con la misma creatividad y precisión, con multitud de platos vegetarianos incluidos en el menú principal. Es una garantía de que todo el mundo, independientemente de sus necesidades, puede disfrutar de este viaje de sabores.
Esa adaptabilidad contribuye a la reputación del restaurante como una experiencia de categoría mundial accesible a todos los que la buscan. Aquí no se compromete el sabor ni la creatividad; cada plato se sirve con la misma pasión y detalle. Para muchos viajeros, especialmente los que siguen dietas diferentes, éste es un detalle que marca la diferencia.

Superar las expectativas con cada bocado

Las altas expectativas suelen ser peligrosas cuando se visitan restaurantes de fama mundial. Pero en El Chato, esas expectativas se superan.
Un comensal describió cómo estuvo a punto de renunciar a encontrar los sabores que le gustaban en Colombia hasta que este restaurante lo cambió todo. Otros dicen que es una de las mejores experiencias gastronómicas que han tenido en el mundo. El consenso es claro: estarías loco si no probaras este lugar cuando visites Bogotá.
Y la experiencia no es sólo gustativa. El Chato es una fiesta para los sentidos, ya que cuenta con una cocina abierta: el sonido de las sartenes chisporroteando, las texturas que te sorprenden, los aromas que perduran mucho después de que te hayas ido. La cocina abierta te asegura ser testigo de la pasión y la intensidad que hay detrás de cada plato, recordándote que se trata de comida hecha no sólo con técnica, sino también con corazón.

El chef Álvaro Clavijo y su visión global

Álvaro Clavijo, El Chato

Más allá de sus elogios y clasificaciones, El Chato es importante porque capta lo que puede ser la cocina colombiana moderna: inventiva, global y profundamente arraigada en la tierra.
El chef Álvaro Clavijo se formó en el extranjero, trabajando en renombradas cocinas de Nueva York, París y Barcelona, antes de regresar a Bogotá. Esa formación global se refleja en la precisión de su cocina, aunque filtrada a través de una lente claramente colombiana. Los ingredientes locales ocupan un lugar central -tubérculos de los Andes, frutas del Amazonas, mariscos de ambas costas- reimaginados de maneras que resultan familiares y totalmente nuevas a la vez.
Al respetar a los proveedores locales, celebrar la biodiversidad y tratar los ingredientes con reverencia, El Chato tiende un puente entre la tradición y la innovación, y entre Bogotá y la escena mundial.

Consejos para planificar su visita

Los consejos prácticos son esenciales a la hora de planificar una visita a un restaurante de este calibre:

  • Es imprescindible reservar. La reputación de El Chato hace que siempre esté muy solicitado, y las mesas se reservan rápidamente, sobre todo para cenar.
  • Se recomienda menú degustación. Aunque las opciones a la carta son excelentes, la experiencia de degustación permite apreciar plenamente el crescendo de sabores.
  • Los cócteles y el maridaje de vinos son imprescindibles. Ambos elevan el viaje de maneras diferentes pero igualmente memorables.
  • Planifica el tiempo. No se trata de una cena apresurada, sino de una experiencia nocturna que merece la pena saborear.

Los pequeños detalles, como elegir el momento adecuado del día, también pueden influir en su visita. A mediodía, el espacio es más luminoso y desenfadado, mientras que la cena es más tranquila e íntima. En cualquier caso, se verá recompensado con una de las experiencias culinarias más notables de Bogotá.

Una joya oculta con una bienvenida por todo lo alto

Conservas guardadas

Desde la calle, el exterior de El Chato es discreto. Por la noche, se puede pasar sin mirarlo. Pero una vez dentro, el ambiente cambia. La iluminación es tenue e íntima, la decoración moderna pero rústica, y la sensación general es de gran calidez: sofisticado pero no rígido, acogedor pero sin dejar de ser un restaurante de alta cocina. Es un espacio en el que uno se siente igual de cómodo celebrando un hito o saboreando una noche tranquila con alguien especial. Los clientes suelen destacar este equilibrio: un visitante dijo que “el ambiente era elevado pero relajado, una mezcla perfecta de buena cocina y cálida hospitalidad”.”

Y al salir, una última imagen perdura: una pared repleta de tarros de ingredientes en escabeche y conserva. Más que una decoración, son un manifiesto silencioso, una prueba de que la estacionalidad y la artesanía están en el corazón de todo lo que hace El Chato.

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